martes, 31 de agosto de 2010

Cuento de agosto

Cada fin de mes publicaré un cuento escrito por mí. Aquí va el primero...


 Cita en el lago

¡Corre! ¡Más rápido caramba! Las piernas te tiemblan y las manos les siguen el ritmo, pero tú tienes que continuar. ¡Acelera Víctor! Ya no te estás escondiendo, ¡recuérdalo, muchacho! Ahora estás huyendo, huyendo de aquello que te persigue, aquello que deseas dejar lejos, muy lejos… en el pasado. ¡No, por la reja no! Se la harías muy fácil a esos desgraciados dejándoles tus huellas. Mejor dobla a la izquierda y sigue. ¡Cuidado! Esquiva estos malditos árboles. Ambos sabemos que preferirías toparte con uno de ellos y perder el conocimiento, pero debes alejarte. ¡Corre!

La fregaste. ¡Eres tan estúpido que te metiste por un lago! ¿Qué haces? ¡Sal! … ¿Que quieres parar?, ¿Que quieres tomar un poco de agua? ¡Estás demente! Bueno, a juzgar por tus acciones, supongo que sí. Dale, acércate. Eres tan fresco que te dignas a parar por un poco de agua. Apúrate.


¿Qué pasa, Víctor?, ¿por qué caminas dos pasos y retrocedes?, ¿por qué te comes las uñas?, ¿por qué te jalas el pelo?, ¿por…? Ah, ya la capté. ¡Cómo no me lo imaginé! Tienes vergüenza, vergüenza de ver tu rostro. Una actitud bastante común en principiantes como tú, debo decir… ¿Que no? ¡Pues entonces anda, acércate, mírate! …

Tranquilo, no fue nada, sólo el sonido de algunas hojas levantadas por el viento. Sólo somos tú y yo, y bueno, tu reflejo esperándote en el lago. ¿El sonido otra vez? No me vengas con sonseras, ¡son sólo hojas!, ¡no te puedes asustar por eso! Éstas suelen caerse en otoño, ¿no lo recuerdas? ¿Acaso ella no te hizo recogerlas ayer por la mañana? Ahora continúa con lo que estabas haciendo, yo seguiré cubriéndote la espalda.

¡No! ¿En qué estás pensando! ¡Párate! ¿Que tienes miedo? ¡El miedo es un sentimiento de cobardes! ¿Te consideras uno? ¡No Víctor, no! ¿Sabes qué?, mejor sólo levántate y sigue corriendo. La oscuridad de esta noche, el frío y la luz de la luna llena que se posa bajo tu cuerpo están haciendo que la culpabilidad se apodere de él. ¡Bótala! ¡Que la botes, he dicho!

Perdón. Relájate. Todo va a salir bien, lo prometo. Abre los ojos y sécatelos. ¡Miércoles he dicho que los abras! ¿Que no alce la voz? No lo haré más, descuida. Ahora escuchame. Quita las manos de tus orejas, por las puras lo haces, jamás podrás deshacerte de mí. ¿Ves la luna? …Claro, se refleja sobre este gran… ¿Qué? ¿Charco de qué? ¡Deja de hablar estupideces, chico! Es un lago Víctor, ¡un lago! Déjate de cosas y escúchame… Lo siento, discúlpame otra vez. No volveré a gritar… Listo. 

Cómo decía, ¿ves la luna?, ¿no es inmensa?, ¿su luz no te recuerda a ella? Ella te está viendo hijo, ella te está sonriendo, agradeciendo. Todo esto fue por ella, mantén eso presente. Ahora mira a tu alrededor. Casi no se ve nada, como cuando ella te abrazaba, te pegaba a su pecho y tú cerrabas los ojos. Te sentías protegido, para nada triste o nervioso. ¿Me equivoco? Sabía que no, yo nunca me equivoco.

Ármate de valor. Te sientes protegido por sus brazos, por sus cálidos brazos, búscalos en la oscuridad de la noche. Ya no te pido que camines hacia el espejo, olvídate de él, sólo levántate y corre. Corre como lo hiciste hace un rato. Muy bien, ahora voltea. ¿Ves ese faro? Corre hacia él y luego… ¡No! ¡Qué haces! ¡No retrocedas, no! ¡No Víctor, no! Te dije que no! ¡Qué te suce…! Ah, buena idea, esto ayuda a que las manchas que tenías en las manos, en los brazos y en el cuello se desvanescan… Perfecto. Ahora sácanos de acá, ¡rápido! ¡Víctor! ¡Impúlsate y vamos! ¡Víctor! … ¡Víctor! ¡Sal y sécate el cuerpo! ¡Víctor, aún tenemos tiempo! ¡No nos hagas esto! ¡Víctor! ¡No tienes que hacer esto! ¡Víctor! ¡Víctooo…!

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